domingo, 20 de marzo de 2005

Él.

Te confieso, para empezar, que aún no logro nada con desear que sus brazos sean más largos o sus piernas más veloces. Me sigue pareciendo simple, aunque él intente pintarse siempre de muchos colores; sus besos son simples, sus manos son simples, sus ojos, aunque llenos de ternura, son simples, y fatalmente verdes...Tú sabes que los prefiero negros, malvados e indestructibles como los tuyos, que nunca pude volver a ver de cerca. Y me lo escupes en las costillas cada vez que puedes, porque sabes que se rompen con facilidad, y pretendes hacerme creer que las tuyas también (...), yo sé que no (bueno, en realidad no lo sé, pero prefiero ignorar al ratón que por las noches me cuenta lo mucho que me extraña tu panza y tus manos perfectas y a las luciérnagas que me muerden el cuello para que te vea cuando me estás viendo y para que acepte tus abrazos aunque me partan la columna y me marmolicen la piel).