lunes, 27 de junio de 2011

Puentes.

Ahora, desde otro punto, intento mantener presente el recuerdo de los años anteriores, de mi madre, de la cocina, el pan fresco, el chocolate caliente, su paciencia, su empeño, el esfuerzo de mi padre, sus canas -que ahora ya le ocupan toda la cabeza-, lo poco que lo abracé y las muchas veces que mereció que lo hiciera. Desde este punto, donde nada habla y nadie escucha sólo se puede pensar en las cosas buenas, como sucede con las personas que amamos -después de un tiempo- ante nuevas ausencias, cuyos errores o defectos van desapareciendo, y la memoria se encarga de poner en primera plana todo lo bueno, ahí, donde puede verse cada vez que se quiere ver adentro.
Esta señora soledad que cada vez soporto menos y que parece instalarse más, me hace pensar en volver... por una milésima de segundo, como las ganas de saltar desde los puentes vehiculares, que vienen con ese miedo al suceso, a tomar finalmente la decisión, con la certeza en el corazón de que la mente nunca lo permitiría. Van pasando los años y van quedando menos historias actuales, como vivir en el pasado trayéndolo siempre, jalándolo a ver si un día se suelta y se estrella de nuevo con nosotros, incapaces de conformarnos con el presente, incapaz de conformarme con lo que yo misma hice de mí, con las personas que me rodean, con los principios que perdí y la transformación de los que se quedaron, que no sirven, en realidad, de mucho, o quizás luchan todo el tiempo por rescatar a los demás, que están en una cueva encerrados, custodiados por las malas influencias y la necesidad de aceptación.

martes, 14 de junio de 2011

sábado, 11 de junio de 2011

Marcel Proust. "En busca del tiempo perdido (A la sombra de las muchachas en flor)"

"...el amor -y, por consiguiente, el odio- de la multitud es uno de los móviles más poderosos en todos los hombres, ya sea porque intenten gustar a los demás o impresionarles o mostrarles que los desprecian. En el solitario el enclaustramiento -aún absoluto y hasta el fin de la vida- tiene en muchos casos como principio un amor desajustado de la multitud que prevalece hasta tal punto sobre cualquier otro sentimiento, que -al no poder obtener cuando sale, la admiración de la portera, de los transeúntes, del cochero ahí, parado- prefiere no ser visto nunca por ellos y para ello renunciar a toda actividad que lo obligaría a salir"