Anoche me acerqué a ti para hablarte y el tigre estampado de tu camiseta cobró vida y estiró una garra de tres lasgas uñas para rasguñarme la cara. Rápidamente me tapé las heridas con las manos y mientras sentía como la sangre caliente me untaba los dedos, di la vuelta sin mirarte y me fuí.
Este cuento en realidad es hermoso, surreal y doloroso!
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