Dejarte porque no pude admirarte, aunque me tragué el orgullo de ganas de que me beses el cuello y morderte los hombros. Dejarme porque se me inundan los ojos de pensar en estar otra vez en esa cama, en volver a caer y luego desde el fondo querer asomar la cabeza y que otro tú diferente al que me espera al fondo me saque del pelo y me devuelva a una vida de colores cálidos y soles de diez de la mañana.
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