domingo, 17 de octubre de 2010

Marcel Proust. "En busca del tiempo perdido (Por la parte de Swann)".

"Lo que yo leía eran los sucesos que sobrevenían en el libro; cierto es que los personajes a los que afectaban no eran "reales", como decía Francoise, pero todos los sentimientos que nos hacen experimentar el gozo o el infortunio de un personaje real se producen en nosotros tan sólo por mediación de una imagen de ellos; la ingeniosidad del primer novelista consistió en comprender que, al ser la imagen el único elemento esencial en el aparato de nuestras emociones, la simplificación consistente en suprimir pura y simplemente los personajes reales sería un perfeccionamiento decisivo. Una persona real, por mucho que simpaticemos con ella, es en gran medida percibida por nuestros sentidos, es decir, que nos resulta opaca, ofrece un peso muerto que nuestra sensibilidad no puede levantar. Si la aflige una desgracia, sólo en una pequeña parte de la idea total que tenemos de ella podremos sentirnos emocionados al respecto; más aún: sólo en una pequeña parte de la idea total que tiene de sí misma podrá sentirse emocionada ella misma. El hallazgo del novelista consistió en concebir la idea de sustituir esas partes impenetrables para el alma por una cantidad igual de partes inmateriales, es decir, que nuestra alma puede asimilar. (...)
Intentamos volver a encontrar en las cosas -que con ello resultan inestimables- el reflejo que nuestra alma ha proyectado en ellas y nos decepciona comprobar que en la naturaleza parecen desprovistas del encanto que debían en nuestro pensamiento a la vecindad con ciertas ideas; a veces convertimos todas las fuerzas de esa alma en habilidad, en esplendor, para influir en personas que están -lo sentimos perfectamente- situadas fuera de nosotros y a las que nunca alcanzaremos".

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