martes, 17 de agosto de 2010

El Mar.

A veces eres como una ola de mar, tan azúl, con blanca espuma y esos movimientos a veces lentos y a veces feroces que me derrumban los pies y me hacen perder las ideas; y si me acuesto en la arena tienes esa forma delicada y macabra de entrarme por los oídos que me adormece. Y sonrío; y es un placer tan engañoso dejar que se me instale en el cerebro toda la sal de tu vida que no hay sonrisas que calmen el dolor ni tardes soleadas que rompan con el invierno...
Pero es tan lindo ver el cielo desde este punto que no dan ganas de pararse, porque el sonido del mar es tan relajante que indiscutiblemente eres todavía un Tú, y no un Alguien, como yo quisiera que fueras, (¿o no?...) eres todavía irremediable y decididamente un Tú, con esos colores entre azúl y blanco y tanta profundidad que vaya uno a saber si alcanzan las piernas para no ahogarse, o si alcanza la voluntad para dejarse ahogar sin culpa y dejarse calentar con el lado oscuro de ese mar, que ni se entera de lo mucho que estoy todavía por ahí, probablemente porque la única que escoge siempre seguir undiéndose hasta dejar de respirar soy yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario