martes, 10 de agosto de 2010

Dormir.

Tengo un calor en las costillas que se siente como cuando tenías los brazos ahí, cuando dormías conmigo. Y a veces hasta me parece que me sigues respirando en la espalda y en vez de sentir menos peso en las costillas porque tus brazos no están realmente ahí -y esperemos que sea así para siempre- se siente mucho más peso que antes, es como que pesa tanta ausencia, la tuya y la de cualquiera, porque no hace falta que ese brazo en las costillas y ese aire caliente en la espalda sean tuyos; ciertamente no eres tú lo que hace falta sino el brazo en las costillas, la respiración cerquita en la espalda y las cuatro piernas enredadas.

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