jueves, 29 de julio de 2010

La loca de los gatos.

He descubierto que mi dificultad para relacionarme con otras personas ajenas a mi reducido círculo social no obedece (como yo había querido creer) al trabajo en el call center, ni a estar en un país que no es el mío empezando una carrera cuando mis contemporáneos ya hace rato ejercen las suyas y pasando las tardes en un cubículo leyendo los datos de una pantalla y repitiendo el mismo discurso. Obedece, a una inseguridad autoimpuesta bastante reciente y que he notado bastante común en mujeres de mi edad y condiciones intelectuales, porque hay que admitir que está también el sector para el que todo es fácil desde que estén aseguradas casa, carro, y novio porque ya con las dos primeras la beca sería estorbo para sostener la tercera.
Si en tiempos de las abuelas era indispensable que la niña fuera "muy de su casa" para que desempeñara un buen papel en la sociedad, es decir, se casara y tuviera hijos en la cúspide de su juventud y todo en la vida giraba en torno a eso; en nuestro tiempo no es de otra forma, ese cuento de la mujer independiente que trabaja y triunfa en el ámbito profesional sacrificando el tiempo con sus hijos, no hace parte de una revolución intelectual sino de una necesidad en el consumo y un aumento en el precio de las cosas "básicas" de la vida que sería imposible sostener con un salario promedio, pero que se logra con dos.
Y finalmente, ¿con qué objetivo estudia uno su carrera cinco años y de ahí todas las arandelas que le siguen para que no quede pobre el currículum, si al final le llegan los cuarenta sin hijos y esposo, y empieza a ser una solterona amargada?
Yo he tomado la decisión de ser una solterona amargada, que se conoce, que sabe lo que quiere y que no está en función de contonearsele al mundo para hacerse ver. Tiene que haber un compromiso más serio con uno mismo, no puede ser una tristeza terminar con un novio o pasar mucho tiempo sin haberlo tenido o simplemente no haberlo tenido nunca, porque es en esos momentos cuando estamos en plena capacidad de discenir sobre nuestras voluntades con la razón y no con cualquier otra parte del cuerpo cuyos deseos son tan poderosos que aplastan cualquier otra cosa y ni hablar de la autoestima, que alcanza su punto más honesto, ni por encima ni debajo de donde tiene que estar para que haga parte de la realidad, y no de una secuencia de comparaciones compulsivas para concluir que en últimas tengo mejor cola que fulanita pero ojalá tuviera las lolas de menganita.
Muy lindo todo, pero ¿cómo hacer que la sociedad pierda el escepticismo por la solterona amargada? y como solterona amargada, ¿qué hacer para explicarle a cada ser humano viviente con posible cercanía que uno prefiere estas y no aquellas cosas que se espera que prefiera sin que de nuevo parezca la loca de los gatos?. Tarea difícil, convencer a la mayoría, pero finalmente a quién le importa la mayoría, como dijo Sócrates en el libro de Platón: "Sería provechoso que la mayoría de la gente fuera capaz de hacer los males más grandes, porque entonces también sería capaz de hacer los bienes más grandes, y eso sería muy hermoso. Ahora bien, no es capaz de una cosa ni de otra."

1 comentario:

  1. Mi querida Diana, cuando uno se permite hacer estas reflexiones es muy liberador y las frustraciones van desapareciendo porque uno espera poco, no quiero decir que uno no espere nada del género opuesto o de la vida.. pero por ahi va el asunto. También me sentí muy a gusto con aquello del compromiso propio, esa es una verdadera apuesta para las mujeres que toda la vida nos hemos ocupado del otro, ya es hora de volver la mirada a nosotras mismas.

    Me encantó, un abrazo

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