miércoles, 21 de julio de 2010

El mugre que te entra por la nariz.

Que lejos te vas cuando te sales de ese cuerpo y que vacío que se queda, es sorprendente la prepotencia y amargura que lo invaden cuando tú no estás ahí, porque es simplemente un cuerpo y lo sabe, una masa andante con cada vez menos pelo y sonrisas -y yo con tantas que tenía y ahora ya ni sé donde están- y con unas piernas largas que no bailan más, y no porque no sepan sino porque no le encuentran ritmo a la música sin ti, sin esa parte de él que se le sale tanto. ¿Y qué hacer para que deje de meterse tanto mugre en la cabeza y se de cuenta de que no es falta de tiempo, ni yo, sino el mugre lo que te saca de ahí?. Que sepa que es el mugre o tú porque él no ha notado que mientras por la nariz entra el mugre, por los oídos se salen los colores, el carisma, la humildad, los animales sonrientes, la simpatía y tú... Y corriendo como la loca de los gatos detrás tuyo, yo, tratando de escalar con las uñas esa pared tan alta en la que te subes para que me dejes volver a apretarte las costillas para calentarme las mías y ponerte la cara en el cuello para absorberte un poquito las tristezas y los miedos.

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