sábado, 18 de septiembre de 2010

Tu panza.

Me invaden como antes esas irreparables ganas de besarte los labios como anoche, en el sueño, aunque eras tú el que me besaba, y como todas las veces cuando pasa mucho tiempo sin que me beses, todo era solucionable, no había un pasado tormentoso y cualquier error no era importante, como siempre cuando es un principio.
Y tenías los labios calientes y me abrazabas con tus brazos también calientes, que me apretaban contra tu panza cada vez más grande en la que tantas veces me acosté, y en la que ahora se acuesta alguien que vaya uno a saber si entiende lo que trata de decir esa panza cuando habla, con sus pelos negros en la piel de maizena. Yo le entiendo a esa panza, aunque parezca que no te entiendo a ti, pero ella está estratégicamente ubicada entre tu razón y tus ganas y es inevitable que se entere de todo y por eso me entiende y la entiendo, porque sólo ella y yo sabemos que no es inútil seguir adelante con la planta y escribirte en estos papelitos que nunca vas a leer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario