domingo, 22 de agosto de 2004

Adiós Mago.

Dejarte porque se te está acabando el mago y ya no estás tan maravillosamente malvado y verde, o porque nunca fuiste mago, bueno, sólo en las caderas y tal vez un poco en las mentiras, pero nunca el mago que yo te dí. Lo mordiste tan fuerte que se reventó y olvidaste ponerlo en el hueco de tu axila.
Dejarte ahora para encontrar un mago de verdad, con el que no tenga que engañarme y que sí me deje bañarlo en pintura de colores sin miedo a perder su original o a que se le queden pegados los demás; un mago que no me arranque el pelo para devolvérmelo hecho peluca, que no haga de mí un pin pon sino cuando realmente lo necesito; un mago tan encantador que me haga suya sin creerse mi dueño y que no me cobre con lágrimas los amaneceres.
Adiós mago, ya no te daré más vida, se irá de ti, Camilo, como se van los superhéroes cuando el hombre tras ellos se quita el traje. Ahora la bienvenida a Camilo, esperando que no hayas copiado nada de mi mago para que no puedas hacerme ninguno de sus hechizos y dejarme toda azúl y de papel reciclado, no; tú no sabes ni sabrás nunca como hacer esas cosas, todo tu encanto está en las mentiras, las sábanas y el cuello caliente, y es tan temporal que no se alcanza a retratar, no eres nada sin mago, Camilo. Eres sin mi mago como cualquier otra Camilo, o Andrés, o Mauricio, o el que sea, no eres nada particular sin él. Y como es mío puedo quitártelo cuando quiera.

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